Traducido por Natalia Lozano
La Crónica de Chaos (Las Crónicas de la Luz y la Sombra Libro 1) - D.M. Cain
Extracto del libro
EL CIELO SE ILUMINÓ con una radiante explosión de chispas rojas y amarillas que se dispararon hacia fuera y luego crujieron suavemente mientras descendían hacia el suelo en una ducha de fuego. El patio se llenó de gritos de deleite y murmullos de apreciación. Los niños chillaban y gritaban, corriendo libremente por los jardines. Corrían unos detrás de otros, agitando espadas de madera y agachándose y esquivando a los adultos, que paseaban, despreocupados, por los vastos jardines del palacio.
El cielo era una sábana de tinta negra, salpicado con pinchazos de luz y la ocasional explosión de fuegos artificiales iluminando la oscuridad. El patio y jardines del Palacio Nazaki estaban iluminados con lámparas de aceite y algunas hogueras, hinchando nubes de humo que llenaban el aire. Junto con el humo había también un aroma a carne asada, de los carros de comida que estaban esparcidos entre los arbustos y árboles bien podados. El camino serpentenante continuaba entre los stands, colocados por los habitantes de la ciudad, que vendían todo tipo de deliciosos placeres: pan dulce, fruta, nueces y brochetas de carne asada y verduras.
Chaos Lennox caminaba entre la multitud, disfrutando de la cálida tarde de verano. Sus profundos ojos oscuros vagaban entre los jardines apreciando su belleza, y se dirigió a sus hermanos, que caminaban a su lado.
“La gente lo ha hecho bien. Los terrenos del palacio nunca han estado tan bonitos. Este debe ser el año con más participación que hemos tenido nunca.”
Mercury y Syfer Lennox asintieron de conformidad, apartándose a un lado para evitar a dos niños que pasaron como rayos entre ellos, blandiendo arcos y flechas de juguete.
“Sí, Callista se ha superado a sí misma, ¿verdad?” dijo Syfer, ajustándose el cuello alto de la camisa naranja que vestía.
Los ojos de Mercury acabaron en uno de los carros de comida, y se acercó, incapaz de resistirse al olor de los jugos de la carne crepitando sobre el fuego.
Se giró de nuevo hacia sus hermanos. “Venga, Chaos, Syfer, vamos a por algo de comer.”
Pidieron brochetas de cordero asado y cebolla, salivando solo con pensar en tan suculenta comida cuando normalmente cenaban comidas mucho más insípidas.
Los tres hombres adultos continuaron paseando por los terrenos, desgarrando trozos de tan suntuosa comida de las brochetas con los dientes, y observando a los increíbles bailarines que actuaban en el patio. Los jardines del palacio eran uno de los espacios más grandes de la ciudad de Nazaki, y esta noche estaban llenos con una grandiosa variedad de colores brillantes. Los nobles hombres y mujeres (los miembros de la élite de los Hijos de la Luz que gobernaban la nación de Alcherys) se pasaban todo el año vistiendo uniformes negros y grises. Solamente durante los festivales y celebraciones de este tipo podían vestir los diseños y telas que quisieran. Limitados a tan aburridos uniformes todo el año, la mayoría aprovechaban este evento para vestirse con preciosos trajes fluidos y vestidos de colores vivos y vibrantes.
Syfer y Mercury vestían de naranja y morado respectivamente, pero Chaos llevaba un traje negro perfectamente hecho a medida, a pesar del calor de la tarde. Su espeso pelo negro estaba peinado pulcramente, apoyado en su cuello, largo por detrás pero ordenado y bonito. Dirigía la mirada hacia las mujeres mientras pasaban por su lado, pero les prestaba poca atención. Como miembro de la familia real y como el soldado más joven que nunca hubiera sido un comandante de la élite, no solía mezclarse con la gente, y estaban asombrados de encontrarse con su presencia y la de su familia.
Sin embargo su reputación de arrogante le precedía, y pocos intentaban hablar con él. A Chaos le venía muy bien, ya que pasaba tiempo en festivales como este mezclándose con sus amigos y familia, y permanecía lejos del público.
Los tres jóvenes pasaron una banda de músicos tocando una preciosa melodía en una serie de batería y flautas. Chaos se paró en medio del camino y se permitió perderse en la música. Cerró los ojos para escuchar mejor los fastuosos sonidos, pero le sacaron de su ensoñación las risitas de sus dos hermanos.
Abrió los ojos de golpe, y los fijó en los gemelos con una mirada heladora. “¿Qué?”
Syfer sonrió burlón, “Mírate, adormecido en un mundo de sueños por una flauta. ¿Qué buen soldado que se precie escucha música?”
Los bordes de la boca de Chaos se curvaron en una mueca irónica. “Cuando tengas tanto éxito como yo, podrás contarme qué se supone que disfrute un “buen soldado”.
El comentario le borró la sonrisa a Syfer de un plumazo, pero Mercury ser rió tan estruendosamente que suavizó la tensión, pasando un brazo por el hombro de cada uno de sus hermanos.
“Venga. Padre ya ha cogido sitio.”
Se dirigieron hacia el gran anfiteatro de piedra al otro lado del palacio. Con capacidad para cinco mil personas, era lo bastante grande para albergar a una buena cantidad de gente de Nazaki. Los asientos del principio estaban reservados, para los nobles y soldados de los Hijos de la Luz. Los 4500 asientos estaban sin reservar, de acceso a todo el mundo.
Rodeando todo el anfiteatro ondeaban suavemente banderas al viento. El blasón de los Hijos de la Luz - cuatro dagas con las puntas tocándose en el centro, alrededor del nudo que simbolizaba el infinito – lucía en un llamativo color plateado sobre un enorme fondo color morado oscuro. Colgaba del centro del anfiteatro, y a su lado le flanqueaban otras dos banderas, luciendo orgullosas el escudo de Avalanche y la daga de Nigthfall. Éstas eran las dos facciones de la élite que mandaban entre los Hijos de la Luz, y Chaos se sintió orgulloso cuando miró hacia el estandarte de Nightfall. Tener el sello de su unidad colgando tan cerca del de los Hijos de la Luz y Avalanche era un honor con el que siempre había soñado.
Desde la parte delantera del anfiteatro les saludaba un hombre que vestía pantalones y un chaleco informal. Los ojos de Raven eran oscuros y amenazantes, incluso con los labios curvados en una ligera sonrisa, y sus hombros fuertes y tonificados se flexionaron cuando cruzó los brazos.
“Buenas tardes, Padre,” dijeron Mercury y Syfer, abrazándole. Chaos se mantuvo por detrás, sonriendo irónico ante la muestra de afecto entre su padre y sus hermanos. Cuando sus hermanos se retiraron, la mirada de su padre cayó sobre él y una sonrisa le iluminó la cara.
“Que alegría verte, Chaos. Últimamente no tenemos muchas oportunidades de encontrarnos fuera del trabajo. Se me hace raro verte sin un arma en las manos.
“Tendremos que programar otra sesión de entrenamiento pronto, Padre, no me gusta no tener un arma en las manos,” dijo Chaos, ofreciéndole la mano a su padre para estrecharla, como en una reunión.
Raven se rió y retiró la mano de Chaos al tiempo que tiraba de él hacia sus brazos. Chaos le devolvió el abrazo, intentando ignorar las risitas de Mercury y Syfer.
Cuando se retiró, Raven sonreía y señalaba las banderas que ondeaban sobre ellos. “¿Ves eso, hijo? ¿El estandarte de Nightfall al lado de Avalanche? Convencí a Callista de hacerlo.”
A Chaos se le cayó el corazón a los pies al darse cuenta de que Callista no había elegido ella misma honrar a su unidad. La había persuadido la petición de su padre.
Raven se dio cuenta del destello de desilusión en los ojos de Chaos.
“El éxito es el éxito, Chaos, no importa cómo llegue. Recuerda que esta noche es tu noche. Cuando acabe la ceremonia Callista os asignará las misiones, y a Nightfall se le honrará con nuevas libertades. Estoy seguro.”
Chaos no contestó mientras miraba hacia otro lado, intentando contener las punzadas de nervios que le atenazaban el estómago.
Una campana empezó a repiquetear muy alto, con los tonos claros y nítidos resonando por todos los jardines y patios. Era la llamada a los ciudadanos de Nazaki para que acudieran al anfiteatro, y en solo unos minutos empezó a entrar un torrente de gente a la estructura semicircular.
Chaos, su padre y sus hermanos ocuparon sus lugares en la primera fila mientras la campana repiqueteaba de nuevo y el público se quedó en silencio. Todos los ojos fijos en el centro del escenario.
Una mujer hermosa caminó hacia la plataforma de piedra, y como una sola figura, la gente inclinó la cabeza, apartando los ojos de su pelo largo color rubio platino y sus enormes ojos verdes. Callista Nienna era la comandante de los Hijos de la Luz, y la soberana de Alcherys. Aunque parecía estar al final de su adolescencia, las apariencias engañaban. No era una mujer tan joven, inocente o pura como parecía. Caminó hacia el centro del escenario y mantuvo ambos brazos abiertos.
“Hijos e hijas, nietos y herederos, gente de Alcherys. Como líder de la familia que dirige nuestra nación, os doy la bienvenida al Palacio de Nazaki.”
Hubo una aclamación generalizada y un estruendo de aplausos de la multitud, y Callista sonrió mientras miraba a su gente. Dirigía la nación de Alcherys con mano firme, pero era justa y la gente la adoraba. Les proporcionaba lo que necesitaban, se aseguraba de que su medio de subsistencia continuara y les protegía de los ataques constantes del enemigo, la Hermandad de las Sombras. A cambio, se había ganado su eterno afecto.
“Esta noche celebramos un dichoso acontecimiento. Otro joven guerrero se une a nuestras filas y el ejército de los Hijos de la Luz se hace incluso más fuerte. Sho Nitaya, por favor da un paso hacia delante.”
Señaló hacia el final del escenario, y un chico joven de dieciséis años se adelantó. Llevaba vestiduras largas blancas con una capucha sobre la cabeza, pero aún se podía ver su piel marrón y sus profundos ojos.
Chaos le observó atentamente mientras subía al escenario y se unía nervioso a Callista, su abuela. Sho se mantuvo de frente a la multitud, y Callista colocó una mano en cada uno de sus hombros.
“Sho Nitaya, mira al pueblo de Nazaki, tus hermanos, tus allegados, tus súbditos. Como descendiente de la sangre de Nienna, es tu derecho y un honor recibir el elixir de la juventud, para que puedas servir al pueblo de Alcherys para siempre.”
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