Angenga - El Viajero Solitario La Desaparicion Del Tiempo - John Broughton
Traducido por Jorge Alberto Iglesias Jimenez
Angenga - El Viajero Solitario La Desaparicion Del Tiempo - John Broughton
Extracto del libro
Christ’s College, Universidad de Cambridge 2011 AD
Rick Hughes, estudiante de doctorado en filología anglosajona en la universidad de Cambridge, se pasaba todo el día pensando en el tiempo, solo para llegar a la conclusión de que el tiempo no existe y si realmente no existe, ¿Cómo puede uno malgastarlo en conjeturas inútiles? Por algo no existe en realidad. Rick sentía su presión en el día a día – si es que los días existen. En sus estudios todavía tenía mucho por aprender y era muy poco lo que había logrado. El misterio de la maldad le intrigaba y sobre todo lo que algunos historiadores denominan la edad oscura.
Esos siglos eran oscuros porque hace mucho tiempo- ahí estaba otra vez, el tiempo poniendo su enorme huella sobre su embarrado deseo de conocimiento- moría y vivía gente que hoy en día se sorprenderían de lo que sabemos sobre cosas que para ellos eran muy simples.
Rick suspiró y se levantó de su sillón acolchado. Se miró en el espejo, se acercó e inspeccionó un pelo gris rebelde de su cabeza, el único entre la espesa mata de pelo marrón que tenía en la cabeza. El lo cogió entre su dedo índice y pulgar, se hizo fuerte y se lo arrancó de raíz. ¡Voilâ! Una señal tangible del paso del tiempo que tenía ante sus ojos. Todos nos hacemos viejos- y el tenía ahora veintiséis años- incluyendo nuestros antepasados y nuestros descendientes, si es nuestro destino el tenerlos. El inspeccionó la piel de su cara reflejada en el espejo, feliz ante la respuesta negativa a su pregunta; ninguna arruga aún.
En la incertidumbre de su presente había algo acechándole, si el seguía entreteniéndose, permitiéndose seguir pensando sobre el tiempo, llegaría tarde- fuera lo que fuera lo que eso significara- para un encuentro con su amigo Gary, Gareth Marshall, el cual este último había descrito dicho encuentro como urgente- fuera lo que fuera lo que eso significara.
Rick dudaba delante del foso del edificio neo- gótico. No era la primera vez que el se preguntaba porque Gary, quien había desaparecido tras la graduación quería verle con tanta urgencia.
¿Qué podría ser importante como para que su pasota amigo hubiera sido tan insistente al teléfono? Conociéndole, el no llegaría a tiempo, pero tenía ganas de verle después que casi un año, que había pasado volando.
Había una pareja de enamorados abrazándose, ella se alzaba precariamente sobre el enorme tacón de sus zapatos que parecían estar bien atados, se tropezó chocando contra las puertas del famoso pub de la universidad de Cambridge, “el Hidden Rooms”. Momentáneamente las angustiosas notas de Jazz de un saxofón sacaron a Jack de sus pensamientos.
Con renovada determinación el abrió la puerta y bajó las escaleras para unirse a un ambiente muy vivaz. El se había equivocado sobre la puntualidad de Gary, le vio encorvado sobre una bebida humeante que le habían servido en un vaso de cristal liso. Su pelo rubio le caía a ambos lados de la cara mientras levantaba la cabeza revelando una alegre sonrisa al reconocer a su amigo.
Gary no había cambiado, seguía siendo el mismo con sus penetrantes y hundidos ojos azul claro bajo unas espesas cejas. Se debería de cortar el pelo. Su rubia melena le hacía adoptar un aire de estudiante mayor, fuera de lugar entre esta generación más lista, parecía salido de los años setenta.
“¿Qué pasa Rick, como estas?”
El resoplaba al saludar.
“¿Te has constipado?
“Si, de tanto vagabundear por esos pantanos azotados por el viento - ¡el meadero del mundo!”
“¿Qué estas bebiendo? El Gary que yo conozco estaría abrazado a un vaso de cerveza o a algo más fuerte. Tienen una buena selección de cervezas de malta aquí, ya sabes.”
“Fanta de limón con jengibre, Como ya te dicho, tengo un constipado de miedo”.
El se rebuscó en el bolsillo de los pantalones y sacó un pañuelo de papel para subrayar su afirmación. “Tienes que probarlo, esta muy bueno.” Esta frase ya la dijo amortiguada por el pañuelo antes de ser interrumpido por una feroz sonada de nariz”
“No gracias, prefiero la cerveza”, dijo Rick, tropezando con el codo de un grupo de chicas que bloqueaban su camino hacia la barra. El saxo empezó a filtrarse en su conciencia, dulce, melódico, mezclándose con el sonido de la batería y el bajo, un trio que interactuaba bajo la filosofía de “menos es más”. El se encontró a sí mismo asintiendo con el ritmo mientras esperaba su turno en la abarrotada barra para pedir una botella de cerveza artesana. El cogió el vaso frío del que caían gotas por la condensación al camal de sus vaqueros, mientras caminaba de regreso donde su antiguo compañero de curso se sentaba compadeciéndose a si mismo.
“Es buena, ¿verdad?” dijo Rick, refiriéndose a la saxofonista.
“Aquí dice que ha ganado un premio”, Gary empujó un panfleto a lo largo de la mesa.
“Ah, Josephine Davies- Premio Mejor Saxofonista joven de Jazz- y por como suena, bien merecido.
“Compré su álbum, Satori”, sus ojos azules se fijaron en Rick; el conocía esa mirada, ¿que era lo que pasaba?
Una palabra budista, significa momento de iluminación o claridad”.
La música salió momentáneamente de su mente, Rick mordió el anzuelo.
“Hablando de claridad, ¿Por qué has venido hasta aquí exactamente, Gary? Tienes pinta de tener que estar en la cama con una botella de agua caliente.”
“Solo es una mierda de constipado” el tomó un cauteloso sorbido de su bebida y Rick notó que le temblaba la mano cuando dejo la taza en el vaso. “Has escogido un buen abrevadero, tío”.
“Vengo aquí cuando quiero relajarme. Es extraño que no encontráramos esto hasta que nos graduamos. Abrió en el año 2009 pero nosotros estábamos casi todo el tiempo en el Eagle, ¿eh?
“Si, que tiempos aquellos. Les dejaríamos a la altura del betún. ¿Aún tocas esa guitarra tuya? Cantas muy bien Rick, siempre he pensado que podrías hacer carrera en la música si quisieras. ¿Cómo te va? O más hacia el asunto que nos trae, ¿Qué haces ahora? ¿aun andas a vueltas con la Inglaterra anglo-sajona?
“Estoy en el segundo año doctorado, así que estoy liado con los poemas, acertijos y prácticamente todo lo que se escribió entre el año 500 y el 900 de nuestra era. A veces aún canto y toco un poco, me relaja.”
“A veces pienso que yo también podría estar haciendo eso si me lo hubiera tomado más enserio. Me refiero al tema anglosajón. No puedo presumir de lo que he hecho hasta ahora. Me gusta fumar, el whiskey y hacer el loco, y las mujeres locas…” El conjuró justo lo que hacía falta para esbozar una risa malvada, como un modelo posando para un escultor que estuviera esculpiendo una gárgola. “Quise dejarlo y ganar algún dinero, estaba harto de estudiar. Juré que no leería otro libro durante al menos un par de años. Pero falté a mi promesa, por supuesto.”
A Rick no le sorprendía la chulería de Gary, el había sido un estudiante serio- una de las razones por las que se habían hecho amigos. Gary, aunque no hoy, debido a el constipado que tenía, era un tipo tranquilo y una agradable compañía. Rick estudió esa cara que le era tan familiar. Frente alta, ojos astutos y vivaces, labios gordos, pero no en exceso y su inevitable pelo alborotado. En conjunto, Gary era guapo, inteligente y sociable. Esta vez el se sentía sometido e irritado porque su encuentro seguía siendo un misterio y las preguntas incontestadas aun flotaban en el aire entre ellos dos. Uno no insiste en quedar después de un año a menos que tenga algo en mente. Como le sabía mal preguntárselo de sopetón, lo que no era el estilo de Rick, el no estaba todavía más cerca de averiguarlo. Intentaría algo más delicado.
“Siento que estés constipado, Gary, pero me preguntaba. ¿Qué hacía un tío como tu pateando tierras pantanosas cogiendo un constipado de campeonato?
“El sonrió de nuevo, menos estilo gárgola, más como una versión rubia del presentador de la BBC Neil Oliver en una campo de batalla.
“Por eso estoy aquí”.
¡Al fin!
“Ya ves, me lo he perdido todo.”
¿Todo el que?
El movió el dedo en un arco horizontal de izquierda a derecha.
“¿Todo el que? Rick pensó en las palabras que le acababa de decir. ¿Beber en un pub de Cambridge?”
“El mundo académico. Nunca pensé que diría esto Rick, pero lo echo de menos.”.
Gary acabó el segundo curso con honores y era incuestionable que poseía un gran intelecto, pero esta revelación, dado lo impaciente que el había sido por “ganarse la vida en el mundo real”, sorprendió a su amigo.
“De hecho, por eso es que me he agenciado un detector de metales”
“¿Sí? Rick no estaba feliz, su cara roja delataba su rabia interior. Los impertinentes usuarios de detectores de metales eran saqueadores, la causa de que los yacimientos arqueológicos estuvieran siendo arruinados y los hallazgos se vendieran en el mercado negro por catalogo. Siempre había gente sin escrúpulos preparada para pagar un buen dinero mientras veían crecer sus colecciones.
“Se lo que estas pensando, pero te juro que todo lo que encuentro lo informo puntualmente al Proyecto de Hallazgos de Antigüedades. Les doy las coordenadas GPS, profundidad del hallazgo, condiciones del suelo, nombre del dueño de las tierras y todo eso. Quiero enseñarte esto.”
El sacó un teléfono móvil del bolsillo y pasó con el dedo entre las aplicaciones hasta poner una fotografía a pantalla completa.
“Mira esto colega. ¡Lo he descubierto! El giró el teléfono en la mesa y Rick no tenía duda alguna sobre lo que estaba viendo.
“Una pluma. ¿es sajona?”
Exacto. Mas bien anglicana si quieres hilar muy fino, pero no es una pieza cualquiera. Es un objeto de alto estatus que data del siglo octavo, Rick, solida plata, y decorada, míralo ahí”. El señaló la ornamentada cabeza del artefacto. “Esto perteneció a alguien importante y lo que es aún más interesante, después de dárselo a los expertos, ellos prácticamente me suplicaron que volviera al lugar donde la había encontrado y desenterrara todo lo que pudiera. Rick, encontré veinte plumas del mismo siglo. El lugar es un filón arqueológico y están superexcitados.”
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