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Gary y la abuela-bot - David Littlewood

Gary y la abuela-bot - David Littlewood

Traducido por Elizabeth Garay

Gary y la abuela-bot - David Littlewood

Extracto del libro

 Problemas para Gary Gormley

Gary Gormley dobló la esquina y se detuvo allí, jadeando. Se apretó contra la pared, esperando que no lo vieran. Le habían hecho pasar un mal rato en los últimos días, y ahora le perseguían hasta su casa desde el colegio. Sabía que si le pillaban le harían algo realmente desagradable, como tirarle del pelo o meterle la cara en un charco.

«Ellos» eran Nick y Dick, dos chicos de su escuela. Gary no sabía por qué habían decidido convertirse en sus enemigos declarados. Tal vez porque se sentaba en la parte delantera de la clase mientras ellos jugaban en la parte de atrás. Tal vez porque era un chico inteligente que podía resolver un problema de matemáticas en un santiamén en su cabeza mientras que Nick y Dick eran sumamente tontos. Es decir, Gary podía resolver problemas matemáticos bastante complicados mientras que a Nick y a Dick les costaba trabajo decidir que dos más dos eran cuatro.

Cuales fueran las razones, Nick y Dick habían decidido que Gary se convirtiría en la próxima víctima de su campaña de acoso a otros niños en la escuela. Al fin y al cabo, parecía un empollón. Ambos eran chicos bastante grandes y sabían que Gary no podría luchar contra ellos, sobre todo porque trabajaban juntos. Así que, en primer lugar, habían empezado a ponerle apodos, como «Gary el corto»,Gormless en inglés, en lugar de Gary Gormley, que era su apellido. No pasó mucho tiempo hasta que todos los demás niños se unieran, en parte porque tenían miedo a Nick y Dick y además, porque a los niños les gusta llamar a otros con nombres horribles. Así que Gary pronto fue conocido como «Gary el Idiota».

Todo esto era un poco estúpido por parte de los chicos, ya que Gary era sin duda el chico más inteligente de la clase. Tenía cerebro de sobra, lo que debería haber hecho que los otros niños lo envidiaran. Pero todo lo que los demás podían ver era la ropa bastante desgastada que llevaba.

Eso era porque Gary y su madre eran pobres. Su padre había muerto cuando él era pequeño, y su madre estaba enferma y no podía trabajar. Pasaba mucho tiempo en la cama y Gary tenía que cuidarla. No tenía tiempo para hacer muchos amigos, y el tiempo libre que tenía lo pasaba normalmente en el cobertizo del fondo del jardín, donde inventaba cosas.

Sí, el pasatiempo de Gary era inventar cosas. Es cierto que aún no había inventado demasiado, solo algunas cosas, como un calentador de asiento de inodoro para su retrete exterior (que se enfriaba mucho en invierno) y un ahuyentador de ratones controlado por radio para deshacerse de los ratones que invadían constantemente su casa.

Por otra parte, Gary no quería tener muchos amigos. De hecho, no quería que la gente viera la casa desvencijada en la que vivía con su madre. Pero ahora esos horribles niños parecían tener su número. Gary se quedó muy quieto mientras oía voces que venían de la esquina:

─¿Dónde está?

─¡Esta vez lo atraparemos!

─¡Vamos a golpear al cerdito inteligente!

─Mira, hay un charco en el que podemos revolcarlo. Hagamos que su ropa se llene de barro.

A Gary se le encogió el corazón. La ropa era difícil de conseguir en su familia, y lo último que quería era que los matones le estropearan la ropa que llevaba. Ya habían intentado despeinarlo y revolcarlo en el patio de la escuela, pero ahora parecía que sus malvados juegos iban a llegar más lejos.

De repente, Gary oyó otra voz. Era la voz de una chica.

─¿Buscan a Gary Gormley?

Cogió aire al escuchar su nombre.

─¡Sí! ─ Era la voz de Nick. ─¿Sabes a dónde fue?

─Se fue por ahí, por el seto y por el campo.

─¡Bien! ¡Vamos a alcanzarlo!

─¡Tal vez haya algo de estiércol en el que podamos tirarlo─¡De prisa!─, dijo la voz de la chica. ─¡Él corre rápido!

Gary oyó un par de gruñidos de agradecimiento de los dos matones mientras se marchaban. Respiró aliviado, pero se sobresaltó al oír la voz de la chica: ─Muy bien, Gary Gormley. Puedes salir. Se han ido─. Dijo la última palabra con una voz cantarina y risueña, de modo que sonó como «iii-dooo».

Gary asomó la cabeza. Lo que vio allí era una joven de la misma edad que él. Tenía pecas en la cara y el pelo castaño, recogido con dos trenzas. Aunque se supone que los chicos de su edad no se interesan por las chicas, Gary pensó que estaba bastante guapa con su vestido rojo, que le llegaba a las rodillas, y los botines negros en los pies. La reconoció como una chica de su clase en la escuela, Emily Truss.

─¿Te persiguen de nuevo? ─, preguntó Emily.

─Sí, me temo que sí─, dijo Gary, mirando a sus pies en lugar de a los ojos de la chica. ─Supongo que la tienen tomada conmigo.

─Siempre se la tienen jurada a alguien─, dijo la niña con una especie de mohín, que a Gary le pareció muy bonito.

─Bueno, gracias por alejarlos─, dijo.

─Oh, fue un placer─, dijo Emily agitando sus trenzas. ─No soporto a esos dos. Son unos burros, y lo único que quieren hacer es fastidiar. Ojalá fuera un chico─, dijo, entrecerrando los ojos y lanzando pequeños golpes al aire con los puños como un boxeador. ─¡Seguro que los azotaría a los dos!.

Gary se rio. ─Creo que necesitas ser un poco más grande─, dijo, mirándola con admiración.

─Supongo que sí─, dijo ella. ─Eso sí, nunca se meterían conmigo.

─¿Por qué no? ─, preguntó Gary.

─Porque tengo un hermano mayor que se encargaría de ellos─. Sonrió. ─Al menos, eso es lo que les dije. Y son tan estúpidos que se creen cualquier cosa.

─¿Así que no hay hermano? ─, dijo Gary.

─No, pero tengo un papá. Él se encargaría.

─Yo no tengo papá─, dijo Gary mientras apartaba una piedra de una patada y empezaban a subir juntos por el camino hacia su casa. ─Solo tengo una mamá, y a menudo no está bien. Tengo que cuidar de ella la mayor parte del tiempo.

─Lo siento─, dijo Emily. ─¿Por eso no sales mucho?.

─Por eso y por mis inventos─, dijo Gary.

─¿Tus qué?.

─Es lo que hago. Soy inventor. Bueno, de momento solo invento cosas pequeñas, pero un día seré un inventor de verdad.

─Caramba─, dijo Emily. ─Me gustaría verlos alguna vez, pero de momento tengo que llegar a casa para tomar el té.

─Sí, y será mejor que yo vaya a casa a ver cómo está mamá.

─Es muy amable de tu parte cuidar a tu madre─, dijo Emily con cara de preocupación. Luego se rio. ─¡Mi madre y mi padre dicen que tienen un trabajo cuidándome!.

Gary la vio subir por el camino hasta su casa y se dio cuenta de que había hecho una amiga. Eso se sentía bien, pensó para sí mismo. Si no tuviera que preocuparse mañana por Nick y Dick.

Un visitante inesperado

Gary entró y encontró a su madre sentada en una silla. Parecía bastante débil, pero le sonrió.

─¿Has tenido un buen día, hijo? ─, preguntó.

─Oh, bien, mamá", dijo Gary. No quería molestarla con sus problemas con Nick y Dick. ─¿Quieres un poco de té?.

─Gracias─, dijo su madre. ─Hay algunas galletas en la cocina que la señora Castle preparó para nosotros. Es muy amable.

Gary se animó. ¡Galletas para el té! Eso no ocurría muy a menudo, ya que él y su madre eran muy pobres. Desde luego, no les sobraba el dinero para caprichos como las galletas. Un festín digno de un rey, o quizás de un príncipe, ya que Gary no tenía edad para ser rey.

Gary disfrutó mucho de su té y después ayudó a su madre a subir a la cama y se puso a hacer los deberes. No le llevó mucho tiempo, ya que era muy inteligente. Resolvió diez problemas de matemáticas en el tiempo en que la mayoría de los chicos de su edad tardaban en hacer uno. Fácil, pensó. ¿Por qué nuestro profesor no nos pone problemas de verdad?

Gary suspiró entonces al pensar en Emily y su sonrisa. Se alegró de haber encontrado una amiga, pero le preocupaba lo que Nick y Dick harían mañana, sobre todo porque Emily los había enviado a una búsqueda inútil.

Miró al exterior, hacia el pequeño jardín que tenían. Estaba oscureciendo. Sin embargo, de repente, notó un resplandor en el cielo. Volvió a mirar y se maravilló. Algo estaba surgiendo del cielo. Brillaba intensamente y de él salían chispas. Además, parecía dirigirse directamente a la casa en la que se encontraba. Se iba haciendo más grande y brillante.

─¡Oh, no! ─ dijo Gary. ─¡Va a golpear nuestra casa!.

Se agachó detrás del sofá, esperando oír un golpe en cualquier momento y que la casa se derrumbara alrededor de sus oídos. Pero no hubo nada. Solo un ligero zumbido y luego el silencio. Gary salió con cautela de detrás del sofá y miró por la ventana, pero no vio nada. Solo el jardín, como siempre. Se preguntó si había soñado o imaginado todo aquello. Pero entonces se dio cuenta de que el tendedero se había caído, por lo que se dio cuenta de que algo había pasado.

─Pero ¿qué ha pasado?, jadeó.

De repente se oyó un golpe en la puerta de entrada, lo que hizo que Gary se sobresaltara. ¿Quién sería a estas horas? ¿Tendría que ver con lo que acababa de ocurrir en el jardín? ¿Debía contestar?

Sintió que un escalofrío de miedo le recorría la espina dorsal, y los pelos de la nuca se le erizaron.

Hubo otro golpe más fuerte en la puerta. Gary oyó la voz de su madre. ─Gary, alguien llama a la puerta. ¿Podrías contestar, por favor?

Así que, sintiéndose indudablemente nervioso, Gary se acercó sigilosamente a la puerta y la abrió un poco. Se asomó a la penumbra de la noche y vio… ¡a una anciana! Sí, una anciana se encontraba de pie en su puerta. Calculó que era del mismo tamaño que su madre, con el pelo canoso recogido en un moño y unos ojos grandes y penetrantes. Tenía una nariz larga sobre la que se posaban unas gafas muy anticuadas, e iba vestida con una falda marrón y una blusa blanca, sobre la que llevaba un abrigo azul. Gary no sabía cuántos años tendría, porque estaba en la edad en que todos los adultos le parecían viejos. Pero pensó que esta señora parecía muy mayor. Y Gary se dio cuenta de que había algo bastante peculiar en ella.

Él miró fijamente el rostro de la anciana, que rompió en una sonrisa. ─¡Hola! ─, dijo ella. ─¿Eres tú Gary Gormley?

─Sí, soy yo─, tartamudeó Gary. ─¿Puedo ayudarla?

─Negativo─, dijo la anciana. ─Me han enviado para ayudarte.

─¿La han enviado para ayudarme? ─, dijo Gary con asombro. ─¿Quién la ha enviado?

─Tú lo has hecho─, dijo la anciana. ─Déjame entrar y te lo explicaré.

─Ehhh… ¡no puede entrar! Quiero decir que no debo dejar entrar a la gente─, tartamudeó, pero para entonces la anciana le había empujado y estaba en el pasillo.

─Ah─, dijo ella, girando la cabeza de un lado a otro como si estuviera asimilando todo. ─¡Justo cómo lo has programado! Veamos la sala─. Y la anciana se dio la vuelta y entró directamente en la sala como si hubiera vivido en la casa toda su vida.

─Pero ¿quién es usted? ¿qué hace aquí? ─, balbuceó el chico, esperando que su madre no oyera lo que ocurría abajo. Temía que eso la molestara en su frágil estado de salud. Ya tenía bastantes problemas, pensó, con Nick y Dick sin la invasión de esta extraña anciana. ¿Quién era y de dónde había salido? ¿Y qué rayos quería decir cuando dijo que él la había enviado?

Dioses y Fantasmas (Dioses y Fantasmas Libro 1) - Cynthia D. Witherspoon, T.H. Morris

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